A día de hoy, es obligatorio que los perros lleven implantado un microchip subcutáneo para, en el caso de pérdida, el perro debe ser llevado a un centro y leerse los datos de identificación que están relacionados con una base de datos en donde aparece quien es su dueño.
Con este simple ejemplo vemos que, hoy en día, estos microchips no funcionan como gps, es decir, no se puede localizar o rastrear a nadie, simplemente guardan información de identificación.
Los microchips subcutáneos para humanos trabajan de manera similar. Contienen información identificativa y sirven para compartir y almacenar datos. Trabajan de manera pasiva, es decir, no transmiten información, simplemente la contienen.
Están compuestos de un nanochip, una bobina que hace de antena y la carcasa que lo recubre. No contiene ningún tipo de batería y apenas pueden contener datos (1 Kbyte). Funcionan a modo de memoria EPROM (Erasable Programmable Read Only Memory), lo cual les da una vida útil de bastantes años.
Según una encuesta elaborada por Línea Directa a finales del 2019, el 20% de los españoles estaría dispuesto a implantarse un microchip subcutáneo.
En Suecia, algunas empresas ya lo han implantado entre sus trabajadores. Y países como Reino Unido, Japón y EEUU ya empiezan a introducirlo.
¿Qué datos puede contener?
En las empresas se implanta mayoritariamente para controlar los accesos a zonas, fichar en el trabajo, utilizar las máquinas de vending, pagar en la cafetería, desbloquear el ordenador o a manera de tarjeta de presentación compartiendo datos de una web o una red social.
A nivel personal se usa para desbloquear el smartphone, acceder y activar el automóvil, desbloquear cerraduras, pagar mediante contactless o como sustitución del DNI.
En Suecia incluso se puede usar para viajar en el metro o para acceder al gimnasio.
Se ha comentado de usar estos microchips en personas mayores con, por ejemplo, alzhéimer, para, llegado el caso de que se desorientasen, poder identificar a esta persona y contactar con sus familiares.
O en el caso de personas con alguna otra enfermedad, poder identificarlas rápidamente mediante la lectura del código insertado en el microchip si tuvieran que personarse en el hospital.
Pero.. ¿se pueden hackear?
Mark Gasson, investigador de la Escuela de Ingeniería de Sistemas de la Universidad de Reading, demostró que sí es posible.
En 2009, este investigador se implantó un microchip para abrir puertas de seguridad de la universidad y desbloquear su teléfono móvil automáticamente. En 2010 consiguió introducir malware en el microchip que tenía implantado en su mano y advirtió de la posibilidad de infectar a otros sistemas externos.
De todas maneras, los expertos comentan que se usa el sistema NFC al igual que en los teléfonos o las tarjetas bancarias contacless, con lo cual la seguridad sería la misma: se necesita una proximidad entre dos aparatos menor a 4 cm.
FUENTES: Xataka, Medium, Governing, BBC